Ir al contenido principal

Sigue a Zanamentes y recibe en forma gratuita todas las novedades en tu correo electrónico

Lic. Agustín Sartuqui

La libertad y la elección

 

Retomando lo que escribí en el primer post, me gustaría realizar algunas puntuaciones sobre la libertad y la elección cuando padecemos nuestra realidad. Muchos de ustedes me dirán que no todo depende de la voluntad, que hay circunstancias que nos exceden y a las cuales jamás les encontraremos “solución”. Desde esta lógica, hay algo que se resiste a ser cambiado más allá de nuestro querer.

Por supuesto que en nuestra singularidad cargamos con un bagaje de vivencias que es único e intransferible. Cada historia, trabajo, experiencia vincular, lugares donde nos encontramos, ámbitos que frecuentamos, entre otros, configuran nuestro “mapa vital”; una especie de registro que nos dice de dónde venimos, en dónde estamos y hacia dónde vamos (o queremos ir).

En primera instancia, preguntémonos si ese mapa refleja exactamente nuestro terreno (lo que somos), o si es una mera representación de lo que creemos ser.

O será que, desde ese “afuera”, encontramos una “carta de presentación” relativamente estable para mostrar en nuestro círculo social. Nos observamos desde la seguridad de ser vistos bajo el manto de una “identidad” unificada y predecible. En otras palabras, nos movemos acobijados por el saber qué vemos cuando nos ven los demás.

En esa posición subjetiva cosas que nos hacen bien y otras que no tanto. Es un lugar difícil de abandonar ya que, si bien lo padecemos, nos abruma el hecho de cuestionar y fragmentar una realidad ya conocida para aventurarnos a lo incierto y aleatorio.

En este sentido, ¿qué es lo que nos interpela a mirar ese mapa, al punto de llegar a problematizarlo como un tema que nos aqueja? Segundo, ¿qué es lo que podemos hacer frente a ello? Y luego, si nos alejamos, ¿qué le diríamos a un amigo que se encuentra en ese lugar?

De algún modo le damos importancia a esa realidad porque hay algo de ese contexto que nos define, que nos dice quiénes somos (o, mejor dicho, quiénes creemos ser).

No se trata de un voluntarismo del “querer es poder”. Es más bien una desmitificación de esa fábula que nos han y hemos narrado una y otra vez sobre nuestro ser. En última instancia, diría que el problema no es el relato de los otros. Más bien, somos nosotros los que nos ubicamos en el lugar de recibir y creer en esos dichos, al punto de condicionar nuestro presente e hipotecar nuestro futuro pergeñando las famosas “profecías autocumplidas”.

Agrietar ese relato para dar lugar a otro guión, es ejercer un acto de libertad hacia lo desconocido. También es la elección de tomar la iniciativa y (re)configurar un sentido que cartografíe nuestro deseo.

Son ejercicios terapéuticos que nos alientan a elaborar lo que, en el fondo, es inconsciente. Inconsciente porque no es conocido. Sabemos lo que nos pasa, pero no por qué nos pasa y qué es lo que podemos hacer o decir frente a ello.

Lo que nos vincula a aquello que nos interpela, es lo que nosotros interpretamos (significamos) de ello. En el proceso terapéutico, se da un diálogo donde reconstruimos el problema para luego desarrollar las estrategias subjetivas que lo desmitifican y desarman. Por medio de dichos cuestionamientos, actuamos para situarnos en otro lugar. Nos ubicamos en una posición distinta a aquella por la cual nos creíamos predestinados. En efecto, la psicoterapia nos recuerda que algo podemos hacer con nuestro deseo.

Para despedirme, les dejo la imagen de un cuadro que pinté en acrílico hace ya algunos años. Nos vemos en el próximo post. Los saluda,

Lic. Agustín Sartuqui

Elegir con libertad lo que queremos hacer




Comentarios

Entradas populares de este blog

Decisiones arriesgadas

Llegan esas instancias en las cuales sentimos que, por fuera, nos está yendo “muy bien”. Sin embargo, en nuestro fuero interno cargamos con esa sensación de no estar cómodos con lo que hacemos. Nos vemos reflejados desde una perspectiva que nos deja en la posición de “prestados”, haciendo por inercia lo que nos piden y sin proyectos que alimenten nuestros anhelos más profundos. Es en ese preciso instante que nos vemos en la necesidad de conquistar un lugar desde el cual podamos aportar algo de nuestro talento en aquello que nos rodea. “¿Estás seguro/a?”, “No desperdicies esta oportunidad”, “pensalo bien porque te vas a arrepentir”, “¿por qué te vas si estás cómodo/a?”. Éstas y otras frases forman parte de un conglomerado de palabras que suelen salir de quienes nos imponen sus propias limitaciones. Tomar decisiones arriesgadas, nos da la libertad y la iniciativa para elegir frente a las circunstancias del azar. Por supuesto, es un acto que tiene sus consecuencias; asumirlas, es parte de...

Dejarnos interpelar por lo que emerge

En el continuo ejercicio de la técnica humana, solemos olvidar que estamos sujetos a las iniciativas, proyectos e ideas que sobrepasan lo que la rutina nos demanda. En el instante en que acusamos recibo de nuestro deseo, adviene a nuestro ser esa necesidad imperiosa de salirnos de la caja mental que nos moldea, abriendo otros caminos que le dan paso a nuestra singularidad. Trascender lo cotidiano, es crear nuevos mundos con el afán de alojar ese excedente de vida que nos hace vibrar, y que nos mueve a actuar con determinación en los tiempos de crisis. En ese contexto, no sería sorpresivo que los espacios de siempre nos queden chicos, y que necesitemos ampliar nuestro campo perceptual para mirar más allá en la geografía de nuestro mundo interior. “Salirnos de la caja”, es también dejar la seguridad de lo conocido y aceptar esa cuota de incertidumbre que todo cambio acarrea. Al tomar esta decisión, estaremos abiertos para disfrutar de un proceso que se hace placentero en sí, y cuyo resul...

Una morada de lenguaje que nos aloje

  Los “errores” son un trago difícil de digerir. Nos ubican en una sensación de vulnerabilidad que contrasta con lo que reflejamos en el espejo de los ideales; esa identidad que construimos basándonos en interpretaciones de las vivencias que nos atraviesan. Sabemos muy bien que no es fácil reponerse cuando lo real hiere nuestra fibra más sensible, aquella alrededor de la cual erigimos una coraza para permitirnos vivir la cotidianeidad con cierta estabilidad emocional. ¿Nos preguntamos si aquello que se derrumba es de algún modo algo que tenía que caer? ¿Una oportunidad para reconstruirnos de una forma más auténtica en acuerdo con nuestro deseo? La tentación de escapar a esta pregunta y refugiarnos en lo conocido es muy fuerte. Es así que, como un acto reflejo, nos urge la necesidad de revestirnos con aquello que nos da seguridad. Si miramos las “derrotas” como una oportunidad, existen muchas variables que se prestan a un replanteo radical. En primer lugar, podemos evaluar si qu...