Dentro
del amplio abanico de experiencias positivas y negativas, aquellos sacudones
que más resuenan en nuestro interior, son pasibles de causar un sismo que
traspasa nuestra frontera psíquica y corporal. Movimientos que se trasladan a
nuestro medio circundante, provocando un caos en nuestra esfera personal y
relacional.
En ese
temblor, no tenemos otra meta más que sobrevivir. Mediante actos reflejos,
buscamos atravesar ese dolor que nos excede, con el único anhelo de pisar
tierra firme.
El pedido
de auxilio quizás recaiga en personas y lugares conocidos que, de una u otra
manera, forman parte del problema y no de la solución. Por el contrario, puede
ocurrir que elijamos a sabiendas cerrar los ojos para subsistir, sin mirarnos
ni mirar lo que nos rodea. En ambos casos, para evadirnos del yugo de lo
intolerable, abrazamos el “todo vale” y, bajo esta lógica, nos servimos de
viejos relatos o palabras vacías para afrontar nuevas historias.
La
repetición de lo conocido – o la evasión de lo nuevo – nos da una sensación de
sosiego en el corto plazo. No obstante, como toda píldora, su efecto es
transitorio si no se trata el problema de raíz. Continuando con la metáfora “sismológica”,
lo que mueve nuestro suelo es el deslizamiento que se oculta debajo de la
superficie.
Por más
que nos parezcan pueriles o carentes de sentido, las creencias, presupuestos,
pensamientos y contenidos inconscientes, tienen un poderoso efecto sobre
nuestra actualidad psíquica, reviviendo así hasta el más insignificante de los
fósiles.
Si en el
post anterior promovía el “operar por capas” para llegar al centro de nuestro
ser, en esta oportunidad pongo el foco en las capas que tiemblan, se mueven, se
superponen y se confunden, paralizándonos y dejándonos ineficaces como sujetos
deseantes.
Lo que en
el fondo subyace (otra vez), es ese núcleo candente que habita en nosotros.
¿Cómo es posible acercarnos a él? ¿Será con la ayuda de los demás? Sí, pero con
nuestra decisión de sanar como combustible y motor de ese cambio que nos hará
crecer. Aunque en el proceso temblemos de miedo, o sintamos desilusión y
vergüenza, nos mantendremos firmes en nuestra opción por ser y estar mejor.
En esta
oportunidad, les dejo la canción Cuando pase el temblor de Soda
Stereo. Espero que, cuando todo esto pase, estés bien despierto para ver todo
lo bueno que está por venir. Será un buen momento.
Los
saluda,
Lic.
Agustín Sartuqui
Qué importante saber que después del temblor, llegará la calma. Y con ella, la oportunidad de reedificar los cimientos o modificar lo que sea necesario para volver a empezar. Apostando siempre que lo mejor aún está venir.
ResponderEliminarSaludos!
Así es! Gracias por tu comentario! Saludos!
ResponderEliminar