Lo conocido es un baluarte en la medida en que no lo
aprendemos de memoria. Articulando creativamente el saber, podemos llegar a encontrarnos
con nuestra dimensión más original y reveladora. Quien aprende a pensar por sí
mismo, enarbolando resultados diferentes para los problemas de siempre, es el
que logra abrirse nuevos caminos donde a
priori parecía no haber escapatoria.
De allí que el ejercicio de conocer – en su faceta creativa y cuestionadora frente
al saber de facto –, sea un arte que
echa raíces en la cultura y despliega ideas en el firmamento. El saber se nutre
de la tierra que nos vio nacer y crecer; el suelo que nos sostiene y es regado
con paciencia y constancia por nuestros verdaderos maestros, aquellos que nos
enseñan a escuchar más allá de lo que se oye. Ellos son la fuente de luz que nos
facilita la elaboración de los datos mediante una sabia fotosíntesis, que
metaboliza y transforma todo aquello que nos hace falta conocer para ser.
En el contexto actual, resulta particularmente llamativa la
presión que se ejerce sobre los estudiantes en todas sus modalidades
pedagógicas y etarias. En líneas generales, no se busca saciar la sed
articuladora, creativa y constructiva del emprendedor del futuro. Por el
contrario, se lo anima a no animarse; a no salir del cuadrado que encuadra su
instinto aventurero.
No es la educación el problema. Es el adoctrinamiento de lo
diferente, la cosificación intra-muros del sujeto, y el consecuente desperdicio
de su valor agregado. Las inteligencias múltiples, en este sentido, son atajos
que eluden el camino recto del pensamiento lógico-matemático, abriendo senderos
que tienden redes y construyen puentes sobre las certezas preexistentes. Ya no somos sujetos del siglo XIX que necesitan ser
adoctrinados para entrar a una fábrica y tomarse un descanso cuando suena el
timbre.
Más que despilfarrar fortunas en ladrillos que edifiquen cerramientos
con patio, es preciso invertir en la infraestructura necesaria para el acceso a
las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Así, no
importará cuánto, cuándo ni dónde se aprenda. Más bien, lo que interesará es
cómo se aprende a aprender, con el acompañamiento de un docente que promueva el
deseo de cultivarse al estudiante.
Como dijo José de San Martín: “serás lo que debas ser”.
Podemos agregar: lo que debas ser, será el camino que transites al desplegar lo
mejor que tenés para dar a tus contemporáneos, dejando así un legado a quienes
sigan tus pasos y abran nuevos caminos en tu nombre.
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