Desde aquello que vamos siendo, convocamos e
inspiramos a los demás. Eso que nos hace sentir reales sin saber por qué, es lo
que nos impulsa a levantarnos de la cama día a día a pesar de lo que esté
sucediendo a nuestro alrededor. En medio de los caprichos del azar, tenemos la
certeza de que algo haremos con la circunstancia que nos interpelará a dar una
respuesta creativa.
Somos seres únicos, casuales y finitos, con un propósito que nos excede y nos convoca a salir de la comodidad a los fines de trascender nuestras fronteras mentales. La curiosidad que nos mueve a la trascendencia es, entonces, el otro polo que acompaña a la creatividad en nuestra búsqueda de una vida auténtica.
A través de esa relación armónica entre curiosidad y creatividad, se entrelazan dos elementos esenciales que confluyen en el camino del deseo, transformando lo que era un largo periplo en un trayecto agradable. En él, el estado de flow – fluir en lo que hacemos olvidando el paso del tiempo – es el verdadero protagonista.
Y así, nos otorgamos el derecho de jugar con la percepción del tiempo, poniendo en duda lo que marcan las agujas del reloj. Esa sensación de manejar el tiempo a nuestro antojo, haciendo uso de nuestra imaginación con la intención de eternizar los instantes que se nos hacen placenteros, provoca en nosotros una adrenalina única en el sinsabor cotidiano.
Son aquellas pequeñas cosas que experimentamos en nuestro día a día, por ejemplo, al escuchar nuestra canción favorita, leer un libro o mirar una película.
Dentro de esta búsqueda de bienestar, es a veces necesario e inevitable atravesar por la experiencia del dolor. En este sentido, son muchos los obstáculos que se nos pueden interponer. Lo importante es nuestro temple valiente que nos lleva a romper con los muros de lo convencional, lanzándonos hacia lo desconocido desde la certeza que marca nuestra cicatriz.
Sería muy sencillo transitar por caminos ya conocidos y vivir en la inercia; caminos ajenos que no fueron diseñados para nosotros. Pero muchas veces nos habremos dicho que la vida es una y que tenemos que valorarla. Gracias a Dios no somos dioses: somos seres humanos que saboreamos la continuidad y el contraste entre los instantes que se nos escapan y que no volverán. Un formato único que supera al brindado por cualquier dispositivo tecnológico que simula la realidad; aunque ella, de todas formas, no es tan real que digamos.
Al atravesar el portal que se abre con el filtro de nuestra percepción, la curiosidad y la creatividad se adueñan de nuestro presente y su porvenir.
Los saluda,
Lic. Agustín Sartuqui
Somos seres únicos, casuales y finitos, con un propósito que nos excede y nos convoca a salir de la comodidad a los fines de trascender nuestras fronteras mentales. La curiosidad que nos mueve a la trascendencia es, entonces, el otro polo que acompaña a la creatividad en nuestra búsqueda de una vida auténtica.
A través de esa relación armónica entre curiosidad y creatividad, se entrelazan dos elementos esenciales que confluyen en el camino del deseo, transformando lo que era un largo periplo en un trayecto agradable. En él, el estado de flow – fluir en lo que hacemos olvidando el paso del tiempo – es el verdadero protagonista.
Y así, nos otorgamos el derecho de jugar con la percepción del tiempo, poniendo en duda lo que marcan las agujas del reloj. Esa sensación de manejar el tiempo a nuestro antojo, haciendo uso de nuestra imaginación con la intención de eternizar los instantes que se nos hacen placenteros, provoca en nosotros una adrenalina única en el sinsabor cotidiano.
Son aquellas pequeñas cosas que experimentamos en nuestro día a día, por ejemplo, al escuchar nuestra canción favorita, leer un libro o mirar una película.
Dentro de esta búsqueda de bienestar, es a veces necesario e inevitable atravesar por la experiencia del dolor. En este sentido, son muchos los obstáculos que se nos pueden interponer. Lo importante es nuestro temple valiente que nos lleva a romper con los muros de lo convencional, lanzándonos hacia lo desconocido desde la certeza que marca nuestra cicatriz.
Sería muy sencillo transitar por caminos ya conocidos y vivir en la inercia; caminos ajenos que no fueron diseñados para nosotros. Pero muchas veces nos habremos dicho que la vida es una y que tenemos que valorarla. Gracias a Dios no somos dioses: somos seres humanos que saboreamos la continuidad y el contraste entre los instantes que se nos escapan y que no volverán. Un formato único que supera al brindado por cualquier dispositivo tecnológico que simula la realidad; aunque ella, de todas formas, no es tan real que digamos.
Al atravesar el portal que se abre con el filtro de nuestra percepción, la curiosidad y la creatividad se adueñan de nuestro presente y su porvenir.
Los saluda,
Lic. Agustín Sartuqui
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