Tener la capacidad de trabajar bajo presión es visto, en líneas generales, como una virtud. En efecto, estamos inmersos en una realidad que nos convoca a dar cada vez más de lo que no tenemos. Es impresionante ver cómo personas de las más variadas edades cargan a cuestas con pesadas mochilas de las cuales no saben cómo y cuándo desprenderse. Por el contrario, creemos que es así como debe ser, y es por eso que nos medimos con un ideal de excelencia que no tiene parangón con lo que verdaderamente nos hace bien.
En ese caso, es bueno que nos preguntemos lo siguiente: ¿a dónde nos conduce estar a la altura de las demandas laborales? ¿Nos ayuda a desplegar el potencial que llevamos dentro?, ¿o nos convierte en un engranaje más de una máquina perversa que nos hace prescindibles y reemplazables? También es importante que nos interroguemos si lo que descansa en nuestras espaldas es realmente algo deseado o un lastre que llevamos por miedo a las consecuencias de dar un golpe de timón.
No sabemos a qué nos debemos cuando cumplimos con demandas ajenas, sosteniendo realidades encorsetadas para disimular lo que está a simple vista pero no queremos asumir. El acto de ver es sencillo. Lo difícil es mirar más allá de lo que vemos y asumir las consecuencias de tal acto. Como todo aquello que vale la pena, ser responsables – responder – por nuestro deseo tiene su precio.
Quisiera pensar que venimos a este mundo para colmar nuestra sed interior y no para maquillar nuestra tristeza. En fin, si estás leyendo este post, te pido que te replantees para qué estás vivo, qué es lo que buscas, cuáles son tus sueños, y a qué te sentís llamado. No es necesario que encuentres una respuesta. El proceso de repensarnos desde otro lugar, dando vueltas alrededor de esa pregunta, es una ganancia de espacio vital que se extiende hacia nuevos horizontes.
¿Valdrá la pena jugártela por aquello que amas? No te preocupes por los cuestionamientos. Siempre serás criticado de todas maneras. Paradójicamente, cuanto más te expongas y más hagas, más querrán bajarte hacia esa realidad plana y vacía de la cual los voceros del deber se niegan a salir.
Animate a dar ese paso si es que así lo queres. El tren no pasa una sola vez en la vida; va y viene en una innumerable cantidad de oportunidades. Lo importante es que estés predispuesto a alivianarte el equipaje, y emprender el viaje con lo justo y necesario para que inicies la aventura. Sea como sea el recorrido, vas a estar satisfecho con la decisión que tomaste por tu bienestar. Serás pasajero en primera clase de un itinerario que te dejará en el mejor lugar: aquél al que siempre vas cuando cerras los ojos y esbozas una sonrisa.
Te saluda,
Lic. Agustín Sartuqui
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