En ocasión del aniversario número setenta del nacimiento de Carlos Alberto García Moreno, más conocido como Charly García, me permito rendirle un humilde homenaje a quien fue mi gran compañero desde los inicios de mi adolescencia.
Un viernes 6 de noviembre del año 2002 me encontraba por primera vez con el maestro en un recital celebrado en el estadio de Liniers, ciudad de Bahía Blanca, Argentina. Mi viejo ya me había hablado de Charly, de su historia, de lo que había significado para él en su vida. Incluso me había hecho escuchar los casetes del Adiós Sui Géneris en el Luna Park. A decir verdad, la calidad del audio de esos casetes de mediados de los ochenta no era la mejor, y en ese momento no los supe aprovechar como sí lo hice años más tarde cuando Charly ya era para mí el más grande de todos.
Más allá de eso, no sabía mucho más sobre él, a excepción de lo que se mostraba en la prensa – que difundía más sus escándalos que su obra musical – y un recuerdo difuso de un recital transmitido en TV junto a Mercedes Sosa. En él interpretaban juntos lo que más adelante escucharía una y mil veces: Hablando a tu corazón. Lo que más recuerdo de esa escena no es la transmisión, sino emoción de mi viejo al ver a Charly subiendo al escenario. Si mal no recuerdo, era algo así como la vuelta de Charly luego de un par de meses en un centro de rehabilitación. En ese entonces yo tendría unos seis o siete años. Mi madre también me inculcó a Charly cuando me transmitía sus historias de juventud, muy ligadas a la guitarra criolla y al tarareo de Rasguña las piedras en el parque de Pigüé, su verde y adoquinada ciudad natal.
Volviendo al recital en Bahía Blanca, fueron más de tres horas de repertorio junto a Fito Páez. En un momento, Charly se fue del escenario y parecía que no iba a volver. Se habrá ausentado una media hora sin previo aviso. Mientras, Fito continuaba con el show como si nada. Contra todo pronóstico, volvió a escena e hizo delirar a los fans con sus temas clásicos y aquellos que, por entonces, formaban parte de su más reciente lanzamiento: Influencia. Es más, si hubiese sido por Charly y no por los organizadores, el espectáculo duraba toda la madrugada. Años más tarde, me enteré que luego del show apareció por sorpresa en un bar y siguió tocando con su banda unas cuantas horas más.
En ese entonces me encontraba en los albores de mi adolescencia, una etapa donde comenzaba a preguntarme cosas sobre mi vida que trascendían las certezas que me brindaba el eterno presente de la infancia. En ese contexto, veía a un tipo disfrutando de lo que hacía sin prejuicios y transmitiéndole al público lo que era y lo que le gustaba hacer, sin escatimar nada ni especular con los resultados.
En fin, luego de ese concierto mi padre me regaló un CD con los grandes éxitos de Charly. Quienes hayan vivido en esos años, recordarán la colección ORO que compilaba grandes éxitos de los artistas más relevantes a nivel nacional. Y a partir de entonces empezó la “charlymanía” en mi vida. No paraba de escuchar su música una y otra vez en mi cuarto. Me iba de vacaciones a la costa con el grabador sólo para asegurarme de que Charly siguiera ahí conmigo.
Poco a poco, cuando podía, me daba una vuelta por la disquería cerca de mi casa para sumar un nuevo álbum a mi biblioteca. El repertorio de canciones aumentaba y con él mi deseo de descubrir una canción, una melodía o una letra de él que marque un antes y un después en mi forma de ver las cosas.
Es difícil expresar lo que significó Charly para mí desde aquél concierto en el que apenas tenía 12 años. Es algo tan fuerte y profundo que me persigue hasta el día de hoy. Todavía me conmueve el saber que la obra de Charly siempre se renueva. Nunca se termina porque cada pieza de su música siempre me dice algo nuevo cuando la escucho. Su cumpleaños me recuerda que la obra y su autor siguen más vivos que nunca. En mí y en el inconsciente colectivo de muchos más.
Les comparto el tema Chipi chipi en su versión MTV Unplugged. En esta interpretación en vivo, cambia el fragmento de la letra “la hija que no espera, tu tiempo se acabó” por “yo soy quien no debe ser”. Quizás esta frase sea la que mejor represente el legado de Charly García: romper con los convencionalismos para ser auténtico e inspirar a los demás con su arte. Larga vida al Rey García. Sus canciones “durarán por siempre, como sus discos”.
Los saluda,
Lic. Agustín Sartuqui
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