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Lic. Agustín Sartuqui

El flow y la amistad


El flow y la amistad


En esta ocasión, haré alusión a una sensación que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas; aún sin saberlo. Me refiero a la sensación de flow. No es un concepto novedoso ni algo inventado por mí. Este término resguarda varias definiciones en el ámbito académico de las cuáles no me voy a ocupar en este posteo. Más bien, mi propósito es hacer foco en lo que representa el flow para mí basándome en experiencias personales.

En primer lugar, entiendo que la sensación de flow tiene lugar cuando podemos disfrutar de algo que nos interesa a tal punto que las dimensiones del tiempo y el espacio se flexibilizan para alojar a nuestro deseo. Pueden pasar horas, minutos o segundos sin que éstos puedan ser distinguidos entre sí, ya que en el estado de flow el sujeto está tan compenetrado con su objeto de abordaje que no posee la distancia suficiente como para percibirlo y conocerlo “objetivamente”.

Desde esta postura, en el flow se trascienden los estándares propuestos en las “ciencias duras”, dentro de las cuales se pretende evaluar lo observable utilizando instrumentos de medición cuantitativos. En otras palabras, cuando fluimos el objeto forma parte del sí mismo y no puede ser distinguido como algo diferente a nuestra subjetividad.

Entonces, identificados con ese aspecto que refleja nuestro anhelo profundo, somos capaces de fluir espontáneamente en la actividad que nos convoca. Y como es algo que está arraigado en las profundidades de nuestro ser, podemos extraer de allí las virtudes más valiosas a los fines de compartirlas con los demás. En efecto, todo acto realizado en un estado de flow requiere ser culminado con la recepción del otro, transformándose en una obra que el artista desprende de sí para comunicarse con los demás.

El flow tendría así la función social de ligarnos con los demás de una forma auténtica, única e irrepetible. Es una comunicación en otro nivel, donde las palabras no bastan para expresar lo que se comparte. El acto de compartir implica al menos un emisor y un receptor. También puede ser una actividad realizada en conjunto por dos o más personas en posición de emisores. Lo destacable es que, cuando formamos una comunidad con el otro, se produce esa distensión del tiempo que traslada el flow personal a una especie de “flow compartido”.

Entonces, desde nuestra individualidad, “somos con el otro” simplemente estando allí presentes en coincidencia con esa persona, sintiendo que formamos una amistad o una relación personal “verdadera”. Cuando en la alquimia de estos encuentros generamos lazos a un nivel tan estrecho y profundo, sellamos un vínculo inquebrantable con los demás. Por eso mismo, no importa si estamos años o décadas sin ver a esa persona, el amigo auténtico es el que te remonta a esos momentos de espontaneidad compartida.

Inevitablemente, el vínculo inquebrantable establecido por el flow, nos remite a pensar de qué hablamos cuando hacemos referencia a la amistad. La amistad no tiene barreras en cuanto a las redes de parentesco. Puede ser una amistad en una relación sentimental o con un familiar. Por algo decimos que un/a verdadero/a amigo/a es un hermano/a. También podemos decir que un/a hermano/a es un/a gran amigo/a. Lo importante, reitero, es ese flow compartido que en lo superficial denominamos amistad. Algo que está en lo inefable y a lo que no hago justicia hablando de ello en este posteo.

En este fluir que nos amiga con el otro están involucrados los cinco sentidos. Aroma, sabores, tactos, imágenes y sonidos que aislados, en simultaneidad o en sucesión, nos traen reminiscencias que nos erizan la piel. Y es tal el valor que le damos, que somos capaces de hacer hasta lo imposible por esa persona que formó parte de nuestra esfera vivencial.

Puede existir el riesgo de que se rompan muchas cosas, pero la conexión con esa persona especial siempre estará. No se puede borrar el pasado y mucho menos cortar con ese sentimiento de fluidez que nos es constitutivo y que tenemos que ejercitar para desplegarlo en todo su potencial.

El fluir resiste el paso del tiempo. Es un eterno presente que elimina las categorías de pasado y futuro. Cuando se manifiesta, lo importante es vivirlo y disfrutarlo como si no hubiese algo más en el mundo que esa fuente de vida que nos conecta con nosotros y nuestros seres queridos.

El flow nos da la señal de lo que nos mantiene despiertos y vivos: disfrutar de nuestro preciado tiempo de manera que éste no transcurra como suele hacerlo en nuestro reloj de pulsera. Mantenernos en dicho estado y compartir esos momentos con aquellos que no nos dejarán jamás, son algunos de los elementos claves que nos mantendrán con la llama de la vida encendida, independientemente de las circunstancias que estemos atravesando.

 

Los saluda,

 

Lic. Agustín Sartuqui 

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